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sábado, 19 de mayo de 2012

BORIS Y EL KIME


Tomás, mi amigo chileno me dijo el domingo:

- Tenéis que continuar con el blog.

Y no añadió “huevona” aunque sé que lo pensó. No le valieron ni mis excusas ni mis cansancios:

- Pero si escribir es como una terapia, como un grito de desahogo.

Sus palabras me calaron hondo porque últimamente tengo enormes ganas de gritar cada vez que veo un informativo, cada vez que voy al banco, cada vez que voy al cine. Nunca lo hago porque los poderes ocultos me han convencido de que ello elevaría la prima de riesgo (al menos los gritos de los indignados, los de los primaverantes árabes y los de los Occupy Wall street parece que lo hacen). Pero he visto que recientemente se ha vendido El Grito de Edvard Munch a una barbaridad de millones de dólares y ya no sé qué pensar. Así que me fui al tenis a oír a los jueces de línea cantar “¡out!”. Allí, en la grada del magno torneo, vi al gran Boris Becker.

Boris no llevaba tapones en los oídos a pesar de que una vez dijo que las tenistas tendrían que tener cuidado con esos grititos que pegan porque parecen estar disfrutando sexualmente con cada raquetazo y ello y excita a los varones de la grada. Boris que parece no haber oído los gemidos de Nadal, los gritos de Delpo o los suspiros de Feliciano López. En fin, Boris que dejó embarazada a una mujer de una felación, confunde el grito del orgasmo con el grito del kime.

Voy a mi clase de kárate con la duda: ¿Debo gritar cuando pego? ¿O debo callar como pretende Boris? El kime es una energía fruto de la síntesis de fuerza y técnica que a veces se manifiesta en un grito marcial. Yo si no grito, desde luego no me sale. Como estoy confundida le pido consejo a mi sensei, que es heredero directo del verdadero Señor Miyagi.

- Bolis no entendé que kime é. Glito guerrelo e manera de salí energía de dómen y producí kime. Si no glito no kime, si no kime no kalate, no tenis, no mala leche. Mejó tú apunta a baile salón.

Me quedé reflexionando sobre estas palabras como si fueran un koan. Y quizá estos pensamientos metafísicos fueron los culpables de mis posteriores delirios cinephílicos a la hora del combate. Por primera vez mientras luchaba no rememoraba escenas de karate Kid, ahora revivía gritos cinematógraficos más existenciales y menos marciales.

Se me echa mi oponente encima y la esquivo como puedo pero pierdo el equlibrio y caigo. Estoy en clara desventaja. Veo que los ojos de mi contraria huelen la victoria. Entonces me levanto como un rayo y convirtiéndome en Elizabeth Taylor y le grito como una berraca a Paul Newman: “¡Maggie la Gata está viva!” y lanzo puños y patadas a diestro y siniestro. 


Continúo: “¡A Dios pongo por testigo que no volveré a pasar hambre!”; “¡Stellaaaaaaaa, Stellaaaaaa!” Me desgañito tirándome del pelo y rasgándome el kimono emulando a Marlon en Un tranvía llamado deseo. Aprovecho que mi oponente parece atónita y le endiño dos tsukis que la dejan KO y entonces me convierto en James Cagney: “¡Lo conseguí mamá, estoy en la cima del mundo!” Chillo, alzo los brazos y espero la explosión, la ovación y el “The End” de la pantalla. Entro en éxtasis y me noto afónica. Me interrumpen los aplausos de mi sensei que avanza hacia mí:



-Tu kime muy bien, muy bien. Tú tené glito guerrelo.


Le hice una reverencia, pero me interrumpió alzando en dedo índice amenazante.

-Pero tu concentración fatá. Tu pensá otla cosa. Tu mente no aquí y ahola como debe está artista malciá. Mejó tu apunta baile salón.


Mis alaridos perfectos, mi mente occidental a otra cosa mariposa. Mmmmm, empiezo a sentirme como Meg Ryan antes del botox. ¿Se referiría a esto Boris?













lunes, 27 de febrero de 2012

¿POR QUÉ ME HACES ESTO, GLENN?


Indignadita estoy con el hecho consumado de que Glenn Close no haya ganado el Oscar este año. Indignadita.

-Es que en Albert Nobbs a Glenn Close se le nota que es una mujer haciendo de hombre, me dicen.
-Es que no interpreta a un hombre, interpreta a una mujer que se hace pasar por hombre, de ahí que parezca una mujer haciendo de hombre, contesto.
-Ya, sin embargo Meryl clava a Margaret Thacher en La Dama de Hierro, me insisten.


Esta indignación mía porque Glenn no se haya llevado la estatuilla sólo encuentra parangón en mi caleidoscopio emocional con el tremendo ataque de dementia cinephilicae que me dio al ver que, efectivamente, el Academy Award went to la sempiterna Meryl Streep. Este hecho implica, además, que les debo una cena a dos amigas con las que aposté que ganaba Close cegada por mi enfermedad. Estas dos amigas mías tienen muchas virtudes y un sólo defecto: en la liga “Streep versus Close” en la que competimos dialécticamente no sólo defienden la primacía de la oscarizada, sino que afirman que la intérprete de Albert Nobbs tiene pocos registros interpretativos.

- Pero a ver, si siempre hace de mala --me dicen. En papeles dramáticos no está mal, pero no sabe hacer comedia, ni musical, sin embargo Meryl...

"I'm brilliant!"
Sin embargo Meryl, sin embargo Meryl. Estas palabras retumban con soniquete en mis tímpanos, se me aparecen en las pesadillas: sin embargo Meryl. Muchos años me ha costado reconocerlo, pero ahí va mi confesión: tengo un problema con Meryl Streep. Esto es algo con lo que he vivido en secreto hasta que un día no pude más y lo solté en mi sesión de terapia de grupo de Cinephílicos Anónimos. Inmediatamente el terapeuta me llamó a su despacho.

-Tú no padeces cinephilia, me dijo. No se puede ser cinephílico y no creer en la supremacía interpretativa de Meryl Streep. Ahora me dirás que Glenn Close es mejor actriz.

Asentí.


-Tú no estás loca por el cine, volvió a la carga. Deja de sentirte especial, no estás enferma, y añadió mientras garabateaba en un papel, Glenn Close será muy buena en drama sin embargo Meryl.


"¿Qué tengo que hacer yo para ganar un Oscar?"
Y me expidió el alta como si me estuviera dando una bolsa con caca de perro para que la tirara a la basura.

Fui expulsada de Cinephílicos Anónimos por culpa de Meryl. Fui llamada cuerda y acusada de ser amante del cine comercial por culpa de Meryl y ahora tengo que pagar una cena mis dos amigas pro Meryl con las que probablemente que acabe discutiendo por culpa de Meryl ¿Por qué no ganaste el Oscar, Glenn Close? 

domingo, 19 de febrero de 2012

PADEZCO CINEPHILIA

"Padezco un verdadero tumor imaginario."

Padecer adicción al cine tiene consecuencias, más que sanitarias, sociales. A veces la gente cree que la cinephilia no es más que consumo excesivo de películas y libros de cine y que eso tampoco es para tanto.

-Pero mujer eso es que te gusta el cine, no una enfermedad. Bueno, a lo mejor es una enfermedad imaginaria, me dijo el otro día un amigo.

Lo que no sabía este amigo es que había abierto la caja de Pandora con ese comentario. Fue escuchar lo de la posible hipocondria y se me apareció de repente la imagen de Woody Allen frotándose las manos e intentando convencer a su médico de cabecera de que tenía un tumor cerebral. Estamos en la película Hannah y su hermanas y comienzan los síntomas.

Mi cuerpo se queda con mi amigo que ahora me está hablando de la prima de riesgo, pero mi mente se desplaza a Nueva York a una reunión familiar en casa de Hannah y comienzo a ver pasar la película a toda velocidad por delante de mis retinas, como si fuera la historia de mi vida y estuviera a punto de morir. Lógicamente entro en pánico, pero este pánico se transforma milagrosamente en cabreo cuando llego a la escena en que Barbara Hershey le pone los cuernos a Max von Sydow con Michael Caine, a pesar de su peinado. Todo esto, recordemos, ocurre a cámara rápida por lo que los diálogos se aceleran y aflautan el acento cockney de sir Michael. Los besos duran centésimas de segundo y la eyaculación es demasiado inmediata incluso para llamarla precoz. Lo que es dramático se convierte en cómico involuntario y yo me he enfadado con Hershey porque no me parece justo que se vaya a la cama con Caine y deje al pobre Max solo con sus fantasmas. No me gustan los rizos repeinados del inglés y me apasionan los tormentos vitales de Von Sydow (Éste es un hombre que me ha gustado siempre, incluso con esas mallas que se me ponía para jugar a ajedrez con al Muerte en el Séptimo sello). Pero no hay tiempo para consideraciones estilísticas porque la película avanza a toda velocidad hacia el final donde Allen se enamora de su ex cuñada Dianne Wiest, que es hermana de Mia Farrow. Quizá Mia vio aquí una señal de lo que se avecinaba entre su hija coreana y su esposo Woody.
Mia Farrow, Barbara Hershey y
Dianne Wiest.

-Y luego la gente se sorprende de lo de Soon Yi.

Eso es lo que le digo un pelín indignada a mi amigo que por supuesto es ajeno al hilo de mi razonamiento mental y que ahora al parecer me estaba hablando de Angela Merkel. Yo supongo que se ha dado cuenta de que de verdad algo me ocurre, algo serio.
Cuando se recupera de mi comentario me pregunta:

-¿Soon Yi es eso de comer pescado crudo?